jueves, 6 de enero de 2011

Afrodita, señora de los hombres

-Su escritura era perfecta,tal vez era su manera de desplazar el boli, suavemente sobre la hoja o... la forma de agarrarlo, sosteniéndolo entre sus delicadas manos. La manera en la que sus muñecas giraban, en algunos instantes, en movimiento perfectos y estilizados.

Y su pelo... oh, ¡de que manera caía en cascadas sobre el papel cada vez que su cabeza se inclinaba hacía delante! Entonces, en ese momento, su mano izquierda se elevaba en el aire para recoger sus mechones y ordenarlos en armonía dorada.

En fin, que patético resulta describir cosas que verdaderamente no pueden describirse.

No me interrogues sobre lo que estaba escribiendo, ya que mis ojos todavía no se habían parado a leer.
Estábamos en una habitación grande, llena de pupitres verdes y estábamos solos. Ella se sentaba a mi lado y... simplemente escribía, concentrada. Todo era muy raro, ya que parecía que... no sé, tal vez cogiera apuntes de una sombra muda.

Al principio yo estaba sentado en el punto de mi asiento más alejado de su silla, pero transcurrido un tiempo efímero me fui acercando hacía el otro extremo, hacía la ignorancia personificada.
Pero nada, simplemente parecía que yo no estaba a su lado, supongo que le hablé, le comenté algo, ahora mismo, no me acuerdo.
Tan solo sé que no veía más que pelo sobre la hoja.

Entonces, ocurrió: todo a nuestro alrededor se oscureció de tal manera que lo único que se manteía iluminado era, como no, su pelo.
Pero, en uno de esos instantes en los que su mano se alzaba para aportar sus desobedientes mechones pude ver lo que dibujaba sobre el papel... ¿sabes? ... ¿tienes idea de lo que era?:
¿te has fijado alguna vez en un electrocardiograma?
Si te soy sincero, mi señora, a mi jamás me habían sometido a tal prueba, pero es lo que dibujaba, Ellla, ELLA...
Y cada vez que me aproximaba hacía... Ella, aquella linea de mi vida se convertía en horizontal.
Pero... oh, su pelo me tentaba y... caí en mi trampa fúnebre: alargué mi mano hacía él con la esperanza de poder deslizar mis dedos entre su glorioso cabello. ¿Comprendes? Aquella línea se tensó y de pronto todo se oscureció, ¡Oh, señora! ¿Por qué?
-El objetivo del ser humano es que todo lo invisible sea bello, no quieras convertir en realidad aquellas falsas cosas... que no existen. No será verdad. Ese amor no se corresponderá.


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